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martes, 30 de diciembre de 2014

Capítulo 16: Fin de año.



Vic chocó con Rubén cuando subía las escaleras, y el vaso que llevaba éste en la mano se derramó sobre su bonita camisa blanca.
-Mierda -murmuró Vic- Perdona, en serio...
Rubén miró su camisa y se encogió de hombros, con una sonrisa.
-No estaba del todo seguro al ponerme esta, -comentó- así que ya me has aclarado las dudas.
Rubén se reía, pero Vic suspiró pesadamente y se llevó las manos a la cabeza.
-En serio, no pasa nada, chic...
-¿Has visto a Lena? -le interrumpió Vic.
Rubén se agachó para recoger el vaso que había caído al suelo cuando habían chocado Vic y él, y le dijo:
-No, arriba no hay nadie. Si no está en el salón...
Vic apretó los labios y se devolvió por donde había venido.
-¿Ha pasado algo? -preguntó Rubén mientras Vic bajaba al salón, por lo que no pudo oírle.


                                                                           


-Yo estoy con Rosario y su familia -dijo una suave voz al otro lado del teléfono- Y he traído a Blak también para que no pasara él solo el mal trago de los fuegos artificiales. ¿Tú con quién estás? Ya quedan poco menos de quince minutos.
Lena suspiró y se cerró la chaqueta hasta el cuello con su mano libre. Había empezado a caminar sin rumbo, dirección al centro, todas las calles estaban en silencio y el ambiente le parecía acogedor.
-Estoy sola -dijo. Y por más que intentó que su voz sonase natural, se odió a sí misma cuando se le quebró- He salido un rato, Sarah está haciendo otra fiesta en casa... y dentro no podía hablar.
Hubo un rato de silencio al otro lado de la línea. Se oyó a la madre de Lena suspirar.
-¿Qué te pasa, cielo?
La chica sonrió y soltó un pequeño gruñido.
-No me llames así -susurró- Y no me pasa nada, simplemente no soporto las fiestas.
-Bueno, mi vida, me están llamando para que vaya al salón, que van a sonar las campanadas -añadió- Ve a casa tú también y anímate.
Lena sonrió. Acababa de llegar a una esquina justo cuando le colgó el teléfono a su madre, vio a unos chicos bebiendo en un banco, y todos ellos se quedaron mirándola.
-Buenas noches -saludó uno.
Lena se fijó en su gorra y aquellos ojos verdes que asomaban bajo su pelo oscuro, y reparó en que era Jorge.
Simplemente apartó la mirada, y siguió andando sin saber muy bien hacia dónde iba. Escuchó los murmullos de los chicos y algunos comentarios por lo bajo, y deseó ardientemente poder estar en su casa y abrazar a su madre y a su perro Blak, y no volver a irse de allí nunca más si no era con ellos. Había querido hacer ese pequeño viaje para despejarse, para olvidar, para saber lo que era estar sola y conocer gente nueva, y había pensado que, a pesar de los malos momentos que pudieron haber, había estado bien.
Y había estado bien porque había conocido a Vic, nada más. Por eso le dolía increíblemente que se hubiese atrevido a besar a esa chica delante de ella, aunque no fuesen nada y no hubiese nada entre ellos, ¿no podía esperar a la noche siguiente, cuando ella no estuviese? ¿No podía esperar a que se marchase para no volver nunca más, y así tener que ahorrarle ese mal momento? 
Aunque quizás Vic no había pensado que a ella podría molestarle algo así. A lo mejor ni siquiera había barajado esa idea porque ellos, sencillamente, eran dos desconocidos que se habían visto por primera vez hacía seis o siete días y habían compartido recuerdos y palabras que, como todo, se borrarían con el tiempo.
Pero a Lena no le dolía pensar todo aquello. El peso que sentía en el pecho no estaba ocasionado por el dolor, sino por la decepción.
-¡Eh, Lena! -oyó a sus espaldas. Era la voz de Jorge.
Tuvo ganas de girarse, pero seguramente estaba borracho y no tenía ganas de lidiar con él.
-¡Lena! -volvió a gritar Jorge, y sus amigos empezaron a llamarla también- ¡Lena! ¿estás sorda?
Lena se giró, enfadada y con la mandíbula tensa, y vio a Vic doblar la esquina y aparecer al lado del banco y de los chicos que la llamaban, y sus piernas inmediatamente hicieron el ademán de moverse, de huir de allí, y se sintió más furiosa aún.
Jorge les miró a ambos y no volvió a decir nada, se levantó del banco junto a los dos chicos y caminaron en dirección a la casa de Sarah. Ya iba a ser medianoche.
Vic se quedó un rato en la esquina,  con las manos sobre las rodillas, recobrando la respiración, pero la chica se giró y continuó su camino tranquilamente. En el fondo estaba tranquila porque él estuviese ahí, con ella, y no con la otra chica en esa fiesta, pero por otro lado sentía que algo se revolvía en su pecho.
-Lena, espera -exclamó Vic, mientras la alcanzaba, y se puso delante de ella para que no continuase andando.
Pero Lena ya se había detenido antes de que él se interpusiera en su camino, y le miraba con los brazos cruzados y el rostro serio, sin ninguna expresión. Vic le sonrió, y ella no supo si alegrarse o si enfadarse porque simplemente le sonriera después de lo que había pasado.
-Lo que ha pasado en casa con esa chica... -empezó Vic, cambiando de expresión y volviendo el gesto serio- lo siento, no quería...
-Da lo mismo -le interrumpió Lena. Aunque no diese lo mismo, ablandó un poco el gesto- No somos nada, Víctor. No tienes que disculparte, mañana y no tienes que darme ninguna expli...
-Estás mintiendo -la interrumpió él. Estaba serio, pero sus ojos sonreían- Deja de mentirte a ti misma.
La chica se quedó mirándole con los ojos abiertos como platos, pero no dijo nada. Solamente se cruzó de brazos con más fuerza.
-Sé que estos días para ti han significado algo. Sé que cuando llegues a casa te vas a arrepentir de las cosas que no dijiste... Te pasa siempre, Lena -sentenció Vic- Sé que te importan muchas cosas que ni tú misma sabes que te importan hasta que pasan los meses y te das cuenta de que las has perdido.
Una gota de agua cayó sobre la nariz de ella, y poco a poco las voces de los chicos del banco se alejaron con el sonido de la lluvia. Lena seguía ahí, callada, intentando convencerse a sí misma de que todo lo que había dicho Vic no era verdad, pero no podía. Y tenía unas ganas increíbles de llorar, pero tampoco podía.
-¿Entonces qué quieres que haga? -dijo por fin, y a medida que hablaba empezó a gritar sin siquiera darse cuenta- ¿Quieres que te diga que sí me ha molestado verte con esa chica? Pues vale, me ha molestado. Me ha molestado porque llevamos todos estos días juntos como una... como una pareja o algo así, no tengo ni idea porque nunca la he tenido, pero siempre he pensado que cuando encuentre a alguien con quien compartir mi vida quiero que sea algo parecido a lo que nosotros hemos tenido. -exclamó mientras sus mejillas se teñían de color- Y por eso me he hecho ilusiones y llevo desde el día en que nos besamos pensando en qué va a pasar con nosotros. Llevo desde ese momento sintiéndome estúpida por estar colgada de un chico al que conozco desde hace tan sólo días, y muy asustada porque nunca antes me había pasado algo así -tomó aire, hinchando su pecho, y sintió cómo sus manos y su cara se mojaban con las gotas de la lluvia y los pies se le congelaban, y miró a Vic, frente a ella, y vio su colgante de hada colgando de su cuello- Tengo miedo. No quiero volver a lo mismo de siempre y separarme de ti, pero de lo que más tengo miedo es de que a ti no te pase lo mismo.
Los dos se quedaron en silencio. Solamente caía la lluvia y se oía el mar agitado a lo lejos. Muy a lo lejos. 
Los ojos de Lena estaban fijos en el colgante de Vic. Las manos le temblaban. Ella sabía, muy en el fondo, que lo que estaba sintiendo en ese momento no lo iba a volver a sentir nunca más, independientemente de lo que Vic respondiese, de que lo pasara con ellos y de los días, meses y años que transcurrieran a partir de ese momento, así que cerró los ojos y se concentró en los acelerados latidos de su corazón y en el sentimiento de libertad que la invadía. Se concentró en el hecho de saber que no se iba a arrepentir por haberse quedado callada, y que nunca más iba a pensar qué hubiese pasado si ella hubiese sido más valiente.
La lluvia empezó a caer con más fuerza y Lena miró a Vic a los ojos. Él también la miraba a ella.
-Eso es justo lo que necesitaba que dijeras -respondió él. 
Se inclinó para cogerla en brazos y levantarla con un abrazo, como la primera vez que se besaron, y ella se aferró a su cuello y respiró profundamente su aroma, como si nunca más, en la vida fuese a estar pegada a él y su olor fuese la última brisa que recorriera el mundo.  Sentía que ella era la única persona que tenía ese privilegio, y se aprovechó de él al máximo.
-Feliz año nuevo, Lena -musitó él- Y feliz vida.

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