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lunes, 28 de julio de 2014

Capítulo 13: La oscuridad.



Lena pasó prácticamente todo el día en la habitación de Vic. Habían bajado solamente a comer, Sarah había traído comida china. Lena no entendía de dónde sacaba su amiga tanto dinero, nunca había hecho a nadie pagar por nada, incluso el alcohol de las fiestas que organizaba por la noche, lo pagaba todo ella.
Ese día juntos le había servido a Lena para darse cuenta de otra de las cosas que tenía en común con Vic: la música.
A todo el mundo le gusta la música, pero no todos escuchan el mismo tipo de música. A Vic le gustaban las canciones y grupos de los 80, y Lena se había criado escuchando música de los 80 gracias a su madre. La verdad era que estaba bastante desentendida de la música actual, el grupo más reciente que había escuchado nunca era Evanescence.
Nunca antes había conocido a alguien que tuviese su mismo gusto musical, salvo su madre. Y Jorge, bueno. Jorge tenía gusto por otro tipo de música.
Eso la hizo pensar que no le había visto en todo el día, no bajó a comer, ni tampoco a cenar. Sarah había ido a verle a su habitación y había dicho que estaba durmiendo, pero por su expresión, Lena reparó en que no era eso exactamente lo que pasaba. De todas maneras, intentó no pensar mucho en el tema, se sentía tan cómoda cerca de Vic, y también en compañía de Sara y Sheila, -por extraño que le pareciese respecto a esta última- que no le costó mucho distraerse aquel día.
La familia de Sarah había llegado de Barcelona y estaban todos durmiendo. Era un día de descanso, llovía y hacía frío... Ninguna de las dos chicas preguntaron por el labio de Vic a lo largo de la tarde, aunque se notaba a la legua que tenía una herida. Lena pensó que debían de saber de sobra lo que había ocurrido la noche anterior, porque al parecer Jorge se había emborrachado y habían pasado más cosas, pero ni Lena ni Vic preguntaron nada.


Eran las once y media de la noche cuando Lena volvía al cuarto de Vic. Habían quedado después de cenar otra vez, pero Lena decidió pasar primero por su habitación para ponerse una chaqueta o algo que la abrigase un poco, hacía demasiado frío en el cuarto del chico, pero a él no parecía importarle, había estado todo el día en manga corta.
Lena aprovechó también aquel momento a solas en su habitación para llamar a su madre y aguantar el interrogatorio al que ésta la sometió.
Al colgar el teléfono y verse allí, en su poco iluminada habitación, se sintió por primera vez en mucho tiempo, extraña de encontrarse sola.

                                                                          



En la habitación de Vic se oía más la lluvia. Tenía un ventanal gigante... Lena estaba segura de que en los días despejados allí se podían ver las estrellas, era como estar en la cima del cielo. La lluvia golpeando la ventana con delicadeza, como pidiendo permiso, y Vic a su lado, leyendo su cómic.
Lena miró el reloj. No había pasado mucho tiempo desde que había llegado, iban a ser las doce de la noche en unos minutos, y, aunque no se aburría escuchando la música y la lluvia, pensaba que tal vez tenía que irse, tal vez Vic quería dormir, y no sabía cómo decírselo. 
Pero notaba a Vic raro desde hacía ya un rato, y no lo podía dejar pasar.
-¿Qué pasa? -preguntó entonces, con suma cautela.
Vic suspiró y cerró el cómic para dejarlo a un lado, y apoyó la barbilla en su puño derecho, pensativo.
-No pasa nada -respondió, con naturalidad.
Nunca pasaba nada cuando se trataba de Vic.
-Creo que anoche Jorge estaba borracho -dijo Lena de pronto.
No habían hablado de lo ocurrido el día anterior en ningún momento, y ella no sabía cómo provocar la conversación. Tal vez así, soltándolo sin más, fuese la mejor manera.
Vic se giró y la miró durante un momento, pensando que diría algo más, pero ella estaba mirando hacia algún punto fijo de la habitación y no volvió a decir nada.
-¿Quieres que no tenga en cuenta lo que pasó? -preguntó entonces Vic. 
-No es eso, es solo que...
Lena no sabía cómo decirle que no quería que se llevase una mala imagen de Jorge. Él no era así, él era sociable y bueno con todo el mundo, él no era así...
-No te preocupes, Lena -dijo él, interrumpiendo sus pensamientos- te dejo juzgarle a ti, eres quien le conoce.
Vic volvió a coger su cómic y continuó mirando sus páginas. Lena continuó oyendo llover y mirando a Vic.
-Lena... ¿puedo preguntarte algo?
Ella suspiró y asintió con la cabeza. De alguna a manera, supo que él iba a decir algo antes incluso de que abriese la boca.
-¿Estás enamorada de Jorge?
No supo qué responder a eso. Recordaba haber tenido aquella conversación anteriormente con Vic, pero tal vez la cosa ahora había cambiado por lo que había ocurrido ayer, y no supo qué decirle. 
Vic pareció, otra vez, leerle el pensamiento.
-No me enfadaré ni me molestará nada de lo que me digas -aclaró- solamente quería entender mejor el tipo de relación que tienes con él. 
Lena se hizo un ovillo en el suelo y abrazó sus propias piernas. Nunca había hablado de eso con nadie, nadie salvo Nicole... 
-He sido un poco egoísta, tienes razón -confesó Lena, con un hilo de voz- estoy todo el día contigo, estás pendiente de mi y eres bueno conmigo, y yo ni siquiera... 
-No es tu obligación, Lena -le interrumpió Vic- no me debes nada. Tú también eres buena conmigo sin pedir nada a cambio.
Lena sonrió, y se preguntó en qué momento había hecho ella algo bueno por él. 
-Jorge y yo llevábamos años sin hablar hasta ahora -susurró ella, encogiéndose de hombros- la verdad es que... la verdad es que iba a soltarte todo el rollo de cómo era todo antes y lo que me dolió que dejase de hablarme y me dejase sola, pero no vale la pena.
Vic la estaba mirando, y sus ojos parecían entender todo perfectamente aunque ni ella misma acabase de hacerlo.
-Estos últimos años, lo único que ha hecho ha sido permitir que su novia y sus amigos se metiesen conmigo -le contó Lena- Por algún motivo siempre pensé "seguramente no sepa cómo reaccionar" o "aunque sus amigos y Sheila se metan conmigo delante de él, él no lo hace porque es buena persona" y suspiraba por él. Ahora pienso que es un cretino, que si le hubiese importado lo más mínimo, al menos me habría preguntado qué tal estaba... -Lena le miró, y algo dentro de ella se conmovió profundamente al notar la atención que Vic le prestaba- Podría haberme preguntado si me dolía todo aquello o para mi también eran bromas, podría no haberme dejado sola, podría haberse acordado de mi cumpleaños... 
Lena sintió la mano de Vic sobre su hombro y se echó a llorar. Él la atrajo hacia sí y la abrazó, y, por primera vez, ella respondió agradecida a su abrazo, sin ponerse tensa como solía hacer siempre.
-No estoy enamorada, Vic -susurró- he estado obsesionada con alguien que pensaba que podría quererme en algún momento, cuando yo fuese digna de él. 
Por algún motivo, a Vic se le rompió el corazón con aquel comentario. Nunca supo si fue por el tono con que ella lo dijo, o porque sonó rematadamente ridícula y sincera. También pudo ser que aquello le recordó a sí mismo. Tal vez fueron las tres cosas a la vez.
Se oyeron las voces de Sarah y Sheila en el piso de abajo, y el sonido de la puerta de la calle al abrirse.
-Ha sido un apagón -dijo Vic, de pronto.
Lena estaba refugiada en su pecho y él le estaba acariciando la cabeza. Se despegó de golpe de aquella comodidad para contemplar la habitación, completamente a oscuras.
Vic se levantó con delicadeza de su lado, y Lena sintió ganas de agarrarle del pantalón y decirle que no se fuera, porque le daba un miedo increíble la oscuridad, pero se contuvo y se quedó sentada, inmóvil, mientras Vic apartaba las cortinas de la ventana para que se filtrase un poco la luz de la calle.
Vic se giró y la miró. Estaba al lado de la ventana, y otra vez la luz iluminaba la mitad de su rostro, como la noche anterior en la playa. Otra vez sus ojos parecían sobrenaturales.
Lena volvió a sentir aquel impulso de la noche anterior, pero apartó la vista y no dijo nada.
Vic caminó hacia la mesa que estaba en su cuarto, cogió un CD de una pila que tenía, y se lo tendió a Lena.
-Es para ti -murmuró.
Lena apenas veía, se puso en pie, alisó su ropa y se quedó ahí, mirándole. Estaban a varios pasos el uno del otro, y él no se acercó ni uno más, y Lena tampoco.
-¿No vas a venir a por él?
A Lena le latió más rápido el corazón, pero hizo como si no pasase nada, como si no tuviese miedo de dar tres patéticos pasos a oscuras, y caminó hacia Vic con una sonrisa nerviosa. Extendió la mano para coger el disco justo en el momento en el que él la apartaba.
-Pero necesito una cosa a cambio -volvió a susurrar, con una sonrisa.
Lena miraba fijamente la silueta de Vic, la luz de la calle sólo iluminaba su brazo derecho. Se oyó un trueno.
Abajo, se seguían oyendo las voces de Sheila y Sarah, y creyó oír también las de su tía, buscando un interruptor. 
-¿Qué necesitas? -preguntó Lena, con las manos metidas dentro de las mangas.
Vic sonrió, pensativo, con el CD en sus manos y sin apartar los ojos de los de Lena. Ella no pudo evitar sonreír, de nerviosismo tal vez.
-¿Por qué hoy no me das un beso? -preguntó él. Y su voz había sonado como la de un niño de cinco años que reclamaba disgustado un caramelo. Como si le estuviese pidiendo por algo valioso y secreto.
Lena había pensado que no podía existir chico más raro y adorable en todo el universo. Y tal vez fuese verdad.
-¿Por qué no me lo das tú? -respondió.
Estaba tan nerviosa que no sabía cómo le había salido la voz en ese momento. Vic soltó una carcajada, nerviosa también, y la miró incrédulo.
-¿De verdad quieres que lo haga yo?
Algo en la voz de Vic hizo que se le pusieran los pelos de punta y asintiese al instante.
Él apretó los puños, agarrando con fuerza el CD de música, y se inclinó para que ella no se tuviese que poner de puntillas. Apoyó su mano libre en la nuca de ella, para acercarla más hacia él, y notó cómo la chica le clavaba las uñas en el brazo. 
Los besos de Vic eran tan lentos e intensos que la dejaban sin respiración, y aunque fuese la segunda vez en toda su vida que le besaba, era como si algo dentro de ella estuviese acostumbrado a eso.
Cuando Vic dejó caer el CD sobre la alfombra y la atrajo hacia él con el otro brazo, Lena se preguntó cómo había podido respirar desde que le había besado la noche anterior, y de pronto supo que, a partir de ese momento, cada segundo de su vida se haría eterno sin su contacto.
Alrededor de ellos seguía la oscuridad.

jueves, 24 de julio de 2014

Capítulo 12: Floreciendo sentimientos.




Esa noche, Lena apenas pudo dormir. La fiesta duró hasta, más o menos, las cuatro de la mañana, y un poco antes de que acabase, había empezado a llover muchísimo. 
Dedicó gran parte de la noche a sus pensamientos, a escuchar el sonido de las gotas de agua al morir estrelladas contra la ventana de su habitación, y sobre todo, a pensar en lo que había pasado ese día.
Habían sido demasiadas cosas para un sólo día, y la verdad es que no tenía ni idea de cómo se sentía. 
Pero de una cosa estaba segura, y era de que Vic le gustaba. Le gustaba, por muy loco que sonase ese concepto, ya que le conocía desde hace apenas unos días... pero le gustaba estar con él, reírse con él, hablar, caminar a su lado, lo que fuera. Todo lo que hiciesen le hacía sentir cómoda y llena, y eso no lo había hecho nadie nunca. Lena era muy poco sociable, no se adaptaba a la gente y siempre estaba aislada de todo el mundo, y con la poca gente con la que se hablaba no tenía nada en común.
Con la misma Sarah no tenía nada en común y de lo único que hablaban juntas era de chicos. O de chicos y fiestas. O chicos, fiestas y asignaturas del instituto. Y cuando no tenían nada más que añadir sobre ninguno de esos tres temas, se les acababa la conversación para el día entero. Normalmente la que siempre hablaba era Sarah, ya que Lena no tenía mucho que añadir; no se llevaba bien con los chicos, no iba a fiestas y en el instituto aprobaba a duras penas.
Luego Lena llegaba a casa a meterse en su habitación y permitirse el placer de no saber nada de nadie hasta el día siguiente. Nada de llamadas, nada de dar una vuelta, ni de amigas que te llamaban después de comer, o que te decían de ir a la biblioteca a ''estudiar''. No, nada de nada.
Pero con Vic era diferente. Si ahora mismo estuviese en su habitación viendo cualquier serie que solía ver tantas veces hasta que se lo aprendiese de memoria, y Vic la llamase para ir a dar una vuelta, ella accedería. En cambio, si lo hacía Sarah, se inventaría alguna excusa. O si era su madre para que la ayudase con la compra.
Aunque realmente Sarah nunca le decía de quedar después de clase. Era de esas típicas ''amigas de instituto'' de la que no te separas durante todo el año escolar pero después no sabes absolutamente nada. 
Era cierto que no conocía tanto a Vic, pero... con él era diferente. Su manera de ser tan extraña... como si tuviese algo que ocultar en cada movimiento que hacía, con cada mirada que lanzaba y en cada palabra que decía. Y le gustaba. Le gustaba todo ese misterio que habitaba en él y en sus ojos. Se había dado cuenta esa noche, al tenerle en frente, con la luz de la luna reflejada en su cara y sus ojos tan azules como el mar al anochecer. No sabía qué le había impulsado a besarle, solamente tenía claro que no se arrepentía de haberlo hecho, independientemente de lo que pasase después de aquello... aunque, pensar en los sentimientos de él hacia ella, le hacían sentirse extraña, y la verdad es que no tenía muchas ganas de saber lo que opinaba él de lo que había ocurrido esa noche. Cierto era que no había rechazado su beso, pero tal vez lo había hecho por otros motivos que no eran específicamente el de querer besarla.
Tal vez Vic no quisiera besarla, pero no se atrevió a rechazar su beso. O tal vez le pilló tan desprevenido que no le dio ni tiempo a quitarse.
Lena se puso a pensar en las historias de amor que le contaba su madre, y en que ella siempre decía: ''Hemos oído ya muchas historias de chicos que besan y se van...''


                                                                  

La mañana siguiente, nadie vino a despertarla. Ni las persianas estaban levantadas cuando ella abrió los ojos.
Miró el reloj y era ya mediodía. Se levantó de la cama sin muchas ganas y se sentó en el borde de ésta, mirando a la nada. Cada vez que recordaba lo ocurrido con Jorge -y también lo de Vic- el día anterior, sentía ganas de no volver a salir de esa habitación hasta que tuviese que coger el autobús para marcharse dentro de tres días. 
Bajó a la cocina, al parecer todos dormían aún, así que cogió una naranja y subió las escaleras otra vez. No sabía qué hacer, y no tenía pensado volver a su habitación a darle vueltas a la cabeza.
Mientras subía las escaleras pensó en que nunca antes había estado en el cuarto de Vic, ni había ido a verle, a buscarle para bajar al salón o algo de lo que hacía él por ella. De hecho, ni siquiera sabía cuál de todos los dormitorios del tercer piso era el suyo. Lo único que sabía era que su cuarto era el único ocupado, todos los demás estaban vacíos porque en invierno hacía demasiado frío en el tercero. 
Empezó a subir las escaleras sin pensar exactamente hacia dónde iría, pero antes de que le diese tiempo a seguir pensándolo, vio a Vic apoyado en la puerta de su habitación.
De la habitación de ella.
Se detuvo a varios pasos de él y se quedó mirándole hasta que él levantó la vista. A Lena le pareció que estaba tan pálido que parecía un fantasma, aunque cuando la miró, sus ojos brillaron tanto que retiró aquello.
-Buenos días -saludó él, con una voz suave y relajante, como si conociese el caos interior que la invadía en ese momento.
-Buenos días -respondió Lena, e intentaba no sonreír, aunque no supiera por qué.
Estaba feliz de que hubiese ido a su habitación, como todas las mañanas. Estaba feliz de que ese día no fuese una excepción.
Vic llevaba una camiseta negra de manga corta, y unos pantalones vaqueros. Lena descubrió que ese era su look de andar por casa.
-Me gusta cómo estás hoy.
Lena se miró a sí misma.
Iba en pijama.
-Ah, eh... no suelo llevar mucho esto por la calle -comentó.
Vic se rió.
-Me refiero a cómo estás tú, no tu ropa -dijo- tu cara. Tus ojos sobre todo.
Ella se preguntó si se habría lavado bien la cara antes de salir de su habitación. Y como no supo qué decir, se dedicó a espachurrar el último gajo de la naranja que tenía en la mano.
-¿Quieres ver mi habitación? -preguntó Vic.

                                                                              


Jorge se había despertado pronto, pero no había salido en toda la mañana de su habitación, le dolía la cabeza de una manera exagerada y tenía ganas constantes de vomitar.
Miraba a su alrededor y sentía que cada vez se encontraba en un ambiente más desolador que el segundo anterior, últimamente no tenía nada positivo en la mente, ninguno de sus amigos le había hablado durante esos días, y él ya estaba cansado de iniciar siempre la conversación.
O sea que, ahí estaba, solo y aburrido. Y deprimido.
Y por si fuera poco, la noche anterior había hecho bastante el ridículo. No paraba de pensar en que le había pegado a Vic y él no le había devuelto el golpe. Ni tan siquiera se había asustado, ni se había enfadado, nada de nada. Había actuado como si Jorge fuese un niño pequeño que le había dado una patada, y al cual había tenido que ignorar. Como si fuese superior a él. O considerase que ese puñetazo había sido una cosa de críos y él no estaba para juegos. Jorge odiaba que le tratasen así.



                                                                               


La habitación de Vic era enorme. Tenía la cama en el centro, un equipo de música y una mesa, aunque parecía todo muy antiguo.
-Bienvenida a mi guarida -le dijo él, mientas entraban- Te parecerá poca cosa, pero al menos me da para dormir.
Lena puso los ojos en blanco.
-No tengo muchas cosas porque apenas vengo aquí -le explicó él mientras se agachaba ante el equipo de música, y recogía una caja de cartón cubierta de polvo que había en el suelo- Pero sí tengo muchas cosas que me gustaría enseñarte.
Lena no supo si a Vic le molestaría que se sentase en su cama, así que se sentó en el suelo, cerca de él. Vic colocó la caja frente a ella y le hizo un gesto con la mano para que la abriese.
Lena se quedó un momento mirándole mientras él limpiaba el polvo de la caja. No fueron más de cinco segundos, pero le sirvieron para fijarse en sus manos, tan pálidas como la nieve, en sus dedos largos y finos, como los de un pianista, y las venas azules que le nacían en los dedos y recorrían todo su brazo, hasta que aparecía la manga de la camiseta y le impedía ver más. Era como un paisaje. De esos que verías mil veces, y las mil veces lo contemplarías como la primera.
En ese momento, mirándole bien, se dio cuenta de que su pelo era cobrizo, oscuro pero cobrizo aún así, y que tenía un par de pecas en la mejilla izquierda. Se dio cuenta también de que llevaba el cabello revuelto, húmedo y de que cuando le miraba a la cara pensaba que era imposible que fuesen tan inocentes e inquietantes a la vez unos ojos tan azules y un rostro tan aniñado. Si no fuese por su altura y sus hombros anchos, habría sido imposible echarle más de 15 años. Y, ahora que lo pensaba, ¿qué edad tendría? ¿18? ¿19?
Era realmente guapo. ¿Cómo no se había fijado en todos esos detalles antes?
Lena no se creía que hubiese besado a un chico así. Si las tías que le hacían el vacío en su instituto le supiesen, la matarían y se llevarían a Vic de esclavo.
Cuando él alzó la cabeza, sus miradas se volvieron a encontrar, se clavaban como punzones, se atraían como imanes. La mirada, los ojos de Vic eran realmente sobrecogedores, tanto que sentía que se sonrojaba y se ponía pálida al mismo tiempo cada vez que él la miraba.
Lena bajó la vista y miró la caja.
Y con las manos temblorosas, como si estuviese a punto de abrir un regalo, o algo realmente sagrado, abrió las cuatro tapas y miró su interior, sin atreverse a tocar nada.
Eran discos de música. Y parecían bastante antiguos, aunque a primera vista no consiguiese verlos demasiado bien.
Fue Vic quien metió la mano en la caja primero. A juzgar por su rostro, completamente serio, y sus movimientos firmes y seguros, nadie pensaría que por dentro estaba temblando.
Lo primero que sacó, casi del fondo del todo de la caja, fue un cómic.
-Lo he encontrado en seguida porque es el único que me queda -musitó. Y Lena no supo si se lo decía a ella o a sí mismo- Todos los demás... los he... bueno. Los he ido dejando.
Lena frunció el ceño. 
Sentía ganas de preguntarle qué pintaba ella en su cuarto investigando una caja polvorienta que parecía muy personal, pero sintió que fastidiaría el momento y se lo guardó. Se limitó a preguntar:
-¿Se lo has ido dejando a gente y los han perdido?
Vic soltó una pequeña risa, que parecía irónica, y la miró de reojo.
-Algo así -respondió- Pero no es esto precisamente lo que quería enseñarte.
Volvió a meter las manos en la caja, y fue sacando discos poco a poco, uno tras otro. Estaban completamente limpios, sin rastro de polvo, pero cada vez que sacaba uno, lo limpiaba con la palma de la mano y lo dejaba sobre el suelo, al lado de ella.
Lena iba cogiéndolos, con el mismo cuidado que él le ponía, como si fuese algo realmente sagrado.
El primero se llamaba ''Hysteria'' y era de Def Leppard.
Sinceramente, a Lena no le sonaba de nada. Le echó un vistazo a los títulos, Woman, Rocket, Animal, Love bites... Le gustaba el dibujo de la carátula.
El segundo disco que cogió era ''Joshua Tree'' de U2, ''Appetite for destruction'' de Guns N' Roses,  también ''No Jacket Required'' de Phil Collins, y esos ya los conocía.

-Esto es mi mayor tesoro -dijo Vic de pronto, orgulloso.
Se levantó del suelo, cogió uno de los CDs sin que a ella le diese tiempo a ver de cuál se trataba, encendió el equipo de música y colocó el disco en él.
Unos segundos después sonaba Amanda, de Boston.
Vic se volvió a sentar frente a ella, y unos segundos antes de que empezase el estribillo de la canción.
-Escucha y dime qué te hace sentir.
Inmediatamente se calló y la letra de la canción volvió a invadir la habitación. Lena se sintió extraña ante aquel comentario, pero se dedicó a escuchar la canción. Era una canción de amor, una declaración de amor en toda la regla, pero a Lena se le antojaba como una despedida, como si la persona que cantaba estuviese declarando su amor porque tenía que irse. 
Mientras la canción sonaba, ella jugaba a imaginarse alguna escena de película romántica a la cual le viniese bien esa canción como banda sonora.
Cuando acabó y el cuarto se quedó en silencio, Vic la miró a los ojos. En realidad, la había estado mirando durante toda la canción, pero Lena no se había dado cuenta.
Y ahora él le miraba como si esperase un respuesta.
Lena entreabrió los labios lentamente.
-Suena como si... -musitó, dubitativa- como si estuviese dando un ultimátum. Un ahora o nunca. Un ''o te enamoras de mi en este preciso segundo o esto se acaba''. Es como si se tuviese que marchar, como si después de eso fuese a... como si luego fuese a desaparecer.

                                                                          





jueves, 10 de julio de 2014

Capítulo 11: Heridas.





Esa noche la familia de Sarah se marchaba a Barcelona, así que ella aprovechó para invitar a algunos amigos a su casa.
-Esta noche nada de vestidos -le había dicho a Lena- hoy nos lo vamos a pasar bien, y no te vas a ir a la cama antes de la una como haces siempre, ¿vale?
Lena no pensaba ponerse un vestido ni aunque se lo hubiese pedido. Si no lo había hecho para la cena, no lo haría para una fiesta. 
Vic había estado toda la tarde dormido, después de volver de la playa se había ido directamente a su habitación, y no volvió a aparecer hasta la noche, así que Lena estuvo también en su propia habitación intentando no ponerse nerviosa pensando que esa noche había una fiesta y tendría que socializar con gente. 
De vez en cuando abría la puerta y miraba hacia el pasillo, esperando algo, pero nadie había aparecido.
Cuando dieron las 23:00, alguien llamó a su puerta. Lena tenía la música alta, pero aún así lo oyó, y fue a abrir.
Era Vic.
Quién sino.
Lena le miró como esperando a que él hiciese algo, pero él no dijo nada, solo entró y se quedó ahí de pie, mirándola. 
-¿Vas a bajar esta noche? -le preguntó a Lena.
Llevaba puesta una camiseta gris, pantalones vaqueros oscuros y una chaqueta negra.
-Estás muy guapo -le contestó Lena. Casi al segundo se arrepintió de haber pensado en voz alta, como siempre. 
Vic sonrió, y antes de que le diese tiempo a responder algo, Lena dijo:
-Sí, sí voy a bajar, aunque la verdad es que no tengo muchas ganas.
Se quedaron un largo rato en silencio, mirándose, hasta que Lena se puso a fingir estar muy ocupada apagando el portátil y quitando la música.
-¿Qué te ha pasado esta tarde? -le preguntó por fin ella.
Vic apartó la mirada y lanzó un largo suspiro al vacío.
-Nada, tenía cosas que hacer -respondió- y ahora me voy. Solamente venía a preguntarte si nos veríamos esta noche.
Y acto seguido se fue, cerrando la puerta.




Jorge salió de su habitación pensando que la casa estaba vacía hasta que oyó las voces de Sarah y sus dos amigas, que estaban en una habitación del mismo pasillo. Al pasar por fuera de uno de los cuartos y escuchar la voz de Sheila pronunciando su nombre, sintió una leve punzada en el pecho.
Se paró fuera, la puerta estaba entreabierta, y se dedicó a escuchar.
-Entonces... -se oyó decir a Sarah- ¿por qué le has dejado?
Sheila suspiró y guardó silencio durante un momento. No pasaron más de cinco segundos, pero para Jorge se transformaron en cinco horas.
-Porque... -masculló- porque en realidad nunca le quise. O sea, claro que le quise, pero no como él a mi -aclaró- me gustaba cómo me trataba, por eso estábamos juntos... pero recordad que éramos unos críos de catorce años cuando empezamos a salir -añadió- no sabía lo que hacía y me acabo de dar cuenta ahora.
El silencio reinó durante un largo rato.
-Bueno, mira el lado positivo -se oyó decir a Nicole- al menos te has dado cuenta y ya está todo acabado, ahora puedes volver a empezar de cero.
Jorge no sabía qué estaban haciendo allí dentro, tal vez probándose estúpida ropa para la estúpida fiesta de esa noche, pero tuvo ganas de entrar en la habitación y decirle a Sheila algo que pudiese doler tanto como lo que ella acababa de decir de él... y no encontró nada.
Respiró profundamente durante unos segundos y dio media vuelta. Toda la tristeza que había sentido durante esos días, acababa de transformarse en rabia.

     


A las doce y media de la noche Lena bajó al salón y vio a Jorge sentado en el mismo sillón en el que había estado sentado la noche anterior, pero esta vez hablando con una chica. Esa imagen hizo que sintiese algo extraño en el pecho, y se dedicó a buscar con la mirada a su amiga Sarah. Cuando la vio, también observó con el rabillo del ojo a Jorge acercándose hacia ella, y simuló que ni le importaba ni se daba cuenta.
-Estás sola esta noche, por lo que veo -comentó.
Lena asintió y se encogió de hombros, no sabía qué decirle, no quería hablar con él.
Metió las manos dentro de las mangas de su sudadera, como hacía siempre que se ponía nerviosa.
-¿Esta noche no estás con tu novio? -preguntó el chico, poniéndose a su lado.
Llevaba una camisa negra, unos pantalones algo caídos, y estaba muy guapo también, pero a él no se lo dijo. Cuando Jorge la miró, ella se dio cuenta de que sus ojos estaban más verdes que nunca.
-Supongo que veré luego a Vic -respondió Lena- Y no es mi novio.
Jorge sonrió y le dio un largo trago a su cerveza, y de una mesa cogió otro botellín y se lo ofreció a Lena. Ella nunca había probado la cerveza, pero no se atrevió a rechazarle.
-¿Entonces por qué pensabas que hablaba de él al decir "novio"? -preguntó de nuevo- podría haber estado hablando de cualquiera... -giró la cabeza hacia donde estaba la gente reunida y señaló con su mano libre- podía haberme estado refiriendo a Rubén, por ejemplo.
Lena le miró de reojo y se sonrió.
-Sabes que a Rubén no le gustan las chicas.
Jorge frunció el ceño y dio otro trago a su cerveza.
-Qué sorpresa, pues no tenía ni idea -comentó Jorge, aunque no pareciese impresionarle mucho.
En ese momento sonó el timbre y apareció Sarah corriendo a abrir la puerta. Entraron unas amigas suyas, pero justo antes de que se cerrase la puerta, Jorge corrió para sujetarla e hizo un gesto a Lena para salir fuera.


                                                                        

Llevaban un rato sentados en la puerta de la casa, hacía mucho frío y no había nadie más en el jardín delantero. Ni en la calle, ni en la playa frente a ellos, nadie salvo ellos dos.
Lena se dio cuenta de que Jorge no paraba de tocarle el hombro y acercarse a ella cada vez que tenía oportunidad, y aunque eso le acelerase el corazón, en el fondo no se sentía cómoda, en el fondo no quería estar ahí y empezaba también a preguntarse dónde se había metido Vic. Había estado todo el día muy raro, llevaba sin verle desde que se fue de su habitación hacía ya un buen rato, y tampoco tenía ninguna manera de contactar con él porque no tenía ni su número.
Jorge había pasado aquel rato hablándole de asignaturas, de clases y profesores, de su vida. Ella solo se dedicaba a escuchar en silencio, no tenía nada que decir, y tampoco quería aportar nada.
-Pero, bueno... -dijo él finalmente- cuéntame algo tú, no has abierto la boca.
Se metió la mano al bolsillo del pantalón y sacó una caja de cigarros, le ofreció uno a Lena, pero ella le rechazó negando la cabeza.
-No tengo mucho que contar -respondió- mi vida sigue tan aburrida como siempre.
Jorge dio una larga calada a su cigarro, y soltó lentamente el humo, ella estaba sentada a su lado derecho, y él la miró y sonrió.
-¿Entonces no tienes novio? -preguntó.
Lena dejó la cerveza en el suelo y apretó los puños dentro de las mangas de la sudadera. Hacía frío, ¿por qué no podían charlar dentro? Jorge se había acercado mucho a ella al hacer esa pregunta, y lo que más deseaba en ese momento era que apareciese alguien y les interrumpiese, pero dentro la música estaba bastante alta y nadie salía ni entraba. Todo estaba oscuro, desierto, como si solo existiesen ellos dos.
Lena le miró a los ojos y se preguntó a sí misma si de verdad quería que alguien les interrumpiese.
Negó lentamente con la cabeza, a modo de respuesta.
-Yo ahora tampoco tengo a nadie -respondió él.
Los dos se quedaron en silencio un rato, ella se preguntaba a sí misma cómo podía aguantar tanto tiempo mirando sus grandes ojos verdes sin apartar la vista, y Jorge dejó caer el cigarro en el suelo y levantó la mano para acariciarle la barbilla 
Lena sintió que algo frío le bajaba por la espalda y apartó la mirada de sus ojos.
-¿Qué pasa? -preguntó él, y la atrajo hacia sí.
La chica sentía que le ardía la cara, le temblaban las manos, y tampoco tenía muy claro qué estaba pasando ni qué iba a responder, pero no les dio tiempo a decir nada más a ninguno de los dos, porque la puerta de entrada se abrió e hizo que ambos se sobresaltasen.
-Perdón -murmuró una chica bajita que salió hacia el jardín.
Jorge y Lena se quedaron de pie al lado de la puerta, mirando cómo la desconocida se marchaba por la entrada principal.
-Qué oportuna -comentó Jorge.
La puerta seguía abierta, y nadie se acercó para cerrarla. Ambos caminaron hacia la fuente del jardín y se apoyaron en ella. Jorge, sin decir una palabra, se situó de pronto frente a Lena, quedando tan cerca como estaban antes. Ella respondió con una risa nerviosa.
-¿Qué pasa? -volvió a preguntar él, susurrando.
Se acercó más a ella, situó las manos en el borde de la fuente, que llegaba a Lena a la altura de la cadera, y le impedía salir.
Lena levantó un poco la cabeza, y al ver lo cerca que él estaba, volvió a bajarla.
-Pensé que estabas loca por mi desde el instituto -comentó él- ¿no me escribiste una carta de amor cuando eras una cría?
Jorge se reía, pero a Lena le ardían las mejillas y no le hacía ninguna gracia. Al parecer, él lo notó y se alejó un poco de ella, adoptando una postura que a Lena le pareció arrogante.
-Siempre me hizo mucha gracia... -continuó diciendo- que con trece años pensases que estabas ''enamorada''.
-Era una niña -cortó ella.
-Una niña boba -corrigió él, con una sonrisa.
Lena se sintió incómoda y ofendida, apartó a Jorge de ella para que la dejase marchar, pero él la agarró de un brazo y tiró de ella hasta dejarla frente a él, de nuevo.
-Venga, no te enfades... -susurró, acercando su cara a la de ella, pero al ver que Lena se giraba, añadió:- centrémonos en el presente, deja el pasado atrás. A no ser que sigas siendo una niña boba, claro.
Lena le esquivó otra vez, girando la cabeza. 
Nunca se habría imaginado a sí misma evitando un beso de Jorge, pero en ese momento tenía tanta rabia y tantas ganas de llorar que no le importó lo más mínimo. Y estaba segura de que no le importaría en un futuro.
Sentía un nudo en la garganta que le impedía hablar.
-Venga -exclamó él- ¿no decías que te morías de ganas de besarme?
Lena apretó los puños.
-Ya está bien -le contestó, y se odió a sí misma cuando su voz se fue quebrando- deja de recordar eso.
-Es una broma, Lena -respondió Jorge, riéndose- no puedes tomarte estas cosas en serio a estas alturas...
-Las bromas se hacen a los amigos -le interrumpió ella- y tú no lo eres ni volverás a serlo nunca.
Jorge se rió, ofendido e incrédulo, pero no dijo nada. Tampoco se alejó de ella.
-Quiero irme -susurró Lena.
-¿A dónde quieres irte, a tu habitación a llorar? -le preguntó. Y ya no se reía- ¿o prefieres irte con Víctor?
-Se llama Vic -le corrigió- y si me voy a mi habitación a llorar no debería importarte.
Jorge continuaba mirándola, pero ella no giraba su cara, estaba mirando hacia la entrada principal y cada vez que él intentaba acercarse, ella volvía a alejarse.
La puerta de la casa seguía abierta, y unos chicos salieron al jardín a fumar, Lena se giró para mirarles, esperando encontrar a Vic, a Sarah, o incluso a Nicole, pero no reconoció a ninguno de ellos.
-Ese tío no te conviene -le dijo- te pega más alguien como yo.
Lena abrió los ojos como platos e intentó disimular su sorpresa ante aquel comentario.
-¿Y eso desde cuando?
Jorge la miró con una sonrisa en los labios. No tenía ni idea de por qué, pero nada de lo que ella había dicho le había ofendido lo más mínimo, pese a lo orgulloso que era.
Acercó sus labios a la mejilla de Lena y le dio un beso. Le sorprendió ver que ella ni se apartó ni dijo nada. La miró a los ojos, y por una milésima de segundo estuvo seguro de que iba a pedirle perdón por todo el daño que podía haberle hecho, pero por algún motivo, no fue capaz.
Bajó de su mejilla a su cuello, y notó cómo ella se ponía tensa.
-¿De verdad no quieres solo un beso?
Lena estuvo segura durante una milésima de segundo de que no iba a ser capaz de apartarse, de que le besaría y ahí se quedaría todo, en un beso. No pasaría nada por besarle una vez.
Pero ella también sólo lo pensó durante una milésima de segundo.
-No. Ya te he dicho que lo que quiero es irme -repitió, e intentó apartarle de ella.
Jorge la cogió de las muñecas y la atrajo hacia sí, y le hizo daño, pero ella no dijo nada. Se preguntó si habría bebido algo más que aquella cerveza.
-No pienso dejar que te vayas -le dijo.
Jorge intentó volver a besarla, pero Lena consiguió zafarse de sus manos y le empujó hacia atrás. Los chicos que estaban fumando cerca de ellos preguntaron si iba todo bien, pero ella no respondió. De haberles respondido habría dicho que absolutamente nada iba bien.
-No te pongas así -le dijo él, riéndose- ¿no has madurado ni un poquito?
Lena sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas de pura rabia, y cuando Jorge se volvió a acercar una vez más, le empujó con más fuerza, haciendo que se tambalease.
Hubo un momento de silencio después de eso.
-Eh, Lena -llamó alguien desde la puerta de la casa.
Pero Lena no tuvo tiempo de ver quién la había llamado antes de que Jorge se acercase a ella y le diese un empujón que la hizo caer al suelo, y los chicos que estaban ahí se acercasen, y la persona que estaba en la puerta también.
Todo había pasado tan rápido que Lena solo recordó a Vic queriendo ayudarla a levantarse. Ella ni siquiera le había mirado, rechazó su mano y se levantó del suelo sola. Se sentía estúpida y solamente quería marcharse de allí.
-¿Qué estás haciendo? -se oyó de pronto a Vic.
-¿Qué? -respondió Jorge, desafiando a Vic con la mirada- ¿es que estás ciego?
-No tenías que haber... -empezó a responder Vic, pero inmediatamente se calló.
-Vic, salgamos de aquí -susurró Lena, con la voz entrecortada.
Pero él seguía con los ojos fijos en Jorge, su cuerpo estaba aparentemente relajado, aunque tenía los puños cerrados con fuerza. Lena tuvo miedo de pronto y pensó en marcharse, pero no quería dejar a Vic allí.
-Sí, mejor llévatela de aquí -respondió Jorge después de oír el comentario de Lena.
Vic dio un paso hacia él, los chicos que estaban fumando parecían expectantes a que algo ocurriese y Lena pensó que eran imbéciles.
-¿Qué? -exclamó Jorge- ¿vas a pegarme?
Vic no dijo nada, le miró sin ningún tipo de expresión en su rostro durante un rato y, acto seguido, cogió a Lena de la mano y caminó hacia la salida.
-Eh, no me ignores -le advirtió Jorge, poniéndole una mano en el hombro cuando Vic pasaba por su lado. 
Pero Vic siguió de largo, sin siquiera mirarle, y con toda la parsimonia del mundo. Entonces Jorge se giró, caminó hacia él, se puso en frente del chico y le dio un puñetazo en la cara. Los tipos que estaban ahí se acercaron rápidamente y sujetaron a Jorge, pidiendo que se calmase, aunque parecía bastante calmado.
Nadie volvió a moverse, todos se quedaron mirando a Vic, esperando a que hiciese algo. Él se tocó la boca, se miró la mano y musitó algo inaudible. 
-Eres un imbécil -dijo Lena de pronto, dirigiéndose hacia donde estaba Jorge. 
Vic tuvo tiempo de agarrarla del brazo antes de que ella alcanzase a Jorge, y se sorprendió cuando Lena se zafó de su mano y continuó su camino.
Uno de los chicos que estaban allí la sujetó también, y no dejó que se acercase a él. 
-No montéis escenas aquí, no es vuestra casa -advirtió uno de ellos.
-Me da lo mismo -respondió Lena- ¿no quiere pegarse con alguien? suéltale y deja que me pegue porque le voy a matar.
Lena se retorcía entre los brazos del chico que intentaba sujetarla, y Vic estaba ahí de pie, mirando. Por algún motivo sonrió cuando Lena dijo aquello, aunque los demás chicos la mirasen como si estuviese loca, incluido Jorge. Él la comprendía: demasiada rabia acumulada, en algún momento tenía que estallar.
-¿Qué pasa, tú no te vas a defender? -preguntó Jorge a Vic.
Lena iba a decir algo, pero Vic habló antes.
-No, la verdad es que no -respondió tranquilamente. Cogió a Lena de la mano, que estaba temblando, y añadió:- con que no vuelvas a acercarte a ella me vale.



Lena se adelantó a Vic y caminó hasta el paseo de la playa, que estaba justo enfrente, cruzando la carretera. La rabia que había sentido se le había pasado de una manera fugaz, y en ese instante no podía parar de llorar, y no sabía exactamente por qué.
Cuando Vic llegó a su lado, ella se secó las lágrimas y se giró hacia él. Tenía el labio rojo, y sangraba.
-Madre mía -exclamó- soy inútil, ni siquiera te he preguntado cómo estás...
Vic negó con la cabeza, intentando tranquilizarla, pero ella siguió hablando.
-¿Te duele? te sangra la boca -se acercó a él y posó sus fríos dedos sobre esa zona de su boca. Vic cerró los ojos e hizo una mueca- tenemos que curarte eso -le dijo.
Él pensó que se dirigían otra vez a la casa de Sarah, pero Lena caminó hacia el centro del pueblo.
-¿A dónde vas? -preguntó, siguiéndola.
-A buscar una farmacia que esté abierta 24 horas -respondió ella.
Vic la miró un rato en silencio. Lena seguía llorando, la cogió del brazo antes de que cruzase la calle y se dirigiese al pueblo.
-No es necesario, Lena. Da lo mismo.
-No da lo mismo -exclamó- te ha pegado por mi culpa...
-Me ha pegado porque es imbécil -le interrumpió Vic, levantando el tono. Y por primera vez desde que le conoció, ella detectó rabia en su voz- Deja de llorar ya, porque te juro que como me enfade más de lo que ya estoy, entro en esa casa y le mato yo por ti.
Lena se quedó en silencio, mirando sus mejillas rojas, su cuerpo tenso y su pelo revuelto. Asintió y no dijo nada más hasta que encontraron una farmacia.
Cuando salió, Vic la esperaba fuera, sentado en un banco. Algunas personas se habían quedado mirándoles y a Lena se le ocurrió ir a un sitio más alejado de miradas ajenas, aunque a Vic parecía darle lo mismo. 
Llegaron a una zona en la playa donde había mesas de picnic, a esas horas no había nadie por ahí, estaba apenas iluminado y solo se oían las olas del mar.
Vic se sentó y ella se quedó de pie frente a él, sacó de la bolsa un trozo de algodón y lo empapó con algo que salió de un bote blanco.
-Me han dicho que si la herida está abierta, te va a doler un poco.
Vic se encogió de hombros.
-Nadie diría que hemos venido aquí a curarme el labio -comentó- Esos que estaban ahí van a pensar que estamos traficando o cualquier cosa.
Lena sonrió y pensó en otras cosas que podían pensar esas personas que estaban ahí, pero no dijo nada.
-Quédate quieto -musitó- Si te duele, apriétame la mano.
Vic no dijo nada, simplemente la miró a los ojos y esperó, tenía unos ojos tan oscuros que los confundía con el cielo esa noche. Lena le curaba con una mano, la otra la tenía posada sobre su mejilla. Él se la cogió con delicadeza.
-¿Te duele? -preguntó ella.
Él negó.
-¿Entonces? -volvió a preguntar, y apartó el algodón de su labio.
-Me gusta tocarte -dijo él.
Se quedaron un rato en silencio, mirándose a los ojos. Lena sintió que se sonrojaba y agradeció la oscuridad.
-Bueno, ya está, supongo. Solo aguanta  algodón ahí. -dijo, dejando que Vic presionase- Podríamos haber ido a curarte a casa de Sarah, pero no tenía ganas de entrar allí otra vez.
Vic continuaba mirándola a los ojos sin decir nada, y a ella le empezaba a resultar incómodo.
-¿Por qué... por qué no te defendiste? -le preguntó a Vic.
Pensó que él se iba a enfadar o no le iba a responder, pero no pasó nada de eso.
-Sí me defendí -dijo él, quitando el algodón de su boca- Te cogí y nos marchamos, y no le di lo que él quería, que era pelearse con alguien.
Lena asintió casi imperceptiblemente. Sintió ganas de pedirle perdón, pero recordó cómo se había puesto antes y prefirió callarse.
-Tengo miedo de que vuelva a hacerte algo -musitó, después de un rato en silencio.
Vic la miró y sonrió de medio lado.
-Empieza a preocuparte más por ti -le aconsejó.
Se volvieron a quedar en silencio bastante rato, se oían las olas del mar, el cielo estaba estrellado y hacía frío.
Ella suspiró y se sentó encima de la mesa de picnic, quedando un poco más arriba de Vic, que estaba sentado en la silla.
-La noche es preciosa -musitó.
Y él la miró como si estuviese diciendo la idiotez más grande del mundo.
-¿Cómo puedes opinar sobre la belleza si no tienes ni idea de lo que es?
Lena frunció el ceño. Tenía los ojos azules de Vic a dos palmos de los suyos, pero no la ponían histérica ni le hacían tener ganas de huir a otro sitio, como cuando la miraba Jorge.
Cuando Vic la miraba sentía ganas de quedarse.
-¿Por qué dices eso? -preguntó.
Él cogió un mechón de su oscuro pelo y se lo puso detrás de la oreja.
-Tú también eres preciosa -dijo él- y muchas veces no te das cuenta. O se te da muy bien fingir que piensas que no lo eres.
Lena abrió la boca para decir algo, pero inmediatamente la cerró y no habló. Vic la miraba, con una sonrisa en los labios, y ella apartó la cara y esquivó sus ojos.
-¿No te lo esperabas? -le preguntó Vic.
Lena negó, y volvió a mirarle a los ojos otra vez. Eran tan azules que parecían anormales.
-Perdona -musitó él, apartando la vista- Perdona, en serio, no es que me arrepienta de decir lo que he dicho, pero no tenía por qué haberlo hecho. Ahora esto es muy incómodo.
Lena sonrió y pensó que era adorable, pero no se lo dijo.
-No pasa nada -respondió.
Esas cosas no le pasaban a ella. Nadie le decía que era guapa, salvo su madre, así que no supo cómo reaccionar, y antes que decir algo y cagarla, prefería quedarse callada, aunque eso provocase un incómodo silencio.
Solamente les iluminaba la luz de la luna, y las luces del paseo que estaba un poco más allá. Vic veía la mitad del rostro de Lena, pero no podía parar de pensar en lo preciosa que se veía ahí, a la luz de la luna, con su cara tan blanca como la nieve y sus enormes ojos negros, rojos de haber llorado, sus manos y su nariz frías, su cuerpo tan pequeño... todo era pequeño en ella, y él no podía evitar que le entrasen unas enormes ganas de protegerla, abrazarla, y no soltarla nunca. Aunque supiese perfectamente que ella podía cuidar de sí misma, que no necesitaba a nadie. Eso era lo que más le gustaba.
Sintió ganas de volver a decirle que era preciosa, pero se calló, y pensó que tal vez lo mejor fuese irse de allí y hacer como si nada hubiese pasado. Total, cuando pasaran unos días no volverían a verse nunca más.
Pero cuando se levantó, dispuesto a salir de aquella oscuridad hacia el paseo marítimo otra vez, Lena le agarró de la manga de la chaqueta y le atrajo hacia ella. Vic pensó que no iba a bajarse de la mesa, así que se acercó más, para quedar a su altura, pero ella bajó, y sin quererlo, quedaron tan cerca como la noche anterior cuando habían estado sentados en la cama de Lena.
Estuvieron un rato así, ella mirando hacia arriba y él mirando hacia abajo, sin saber muy bien qué decir.
-No sé si soy yo demasiado alto o tú demasiado pequeña -murmuró Vic.
Ella le dedicó una mirada asesina, pero no le había molestado realmente el comentario.
Todavía estaba sujetándole de la manga de la chaqueta, él cogió su mano y entrelazó sus fríos dedos con los de él. Apartó un momento la mirada de los oscuros ojos de Lena para contemplar sus manos entrelazadas, como si llevase mucho tiempo esperando ver eso.
Se oía el mar, pero de alguna manera, también se oía la luna y las estrellas. 
Entonces Lena le besó, poniéndose de puntillas, como en las películas. Fue delicada, consciente de que él tenía una herida, pero le temblaban las manos, y los labios, y sentía que estaba siendo un poco bruta. Sintió las manos de Vic empujándola hacia él, y sentir su cuerpo pegado al suyo provocó que suspirase y se alejase.
Nunca antes había besado a un chico, ni había hablado de eso con nadie, ni tenía idea de lo que se debía hacer durante el beso o después de él.
-¿No te duele el labio? -le preguntó.
Vic la miró a los ojos durante unos segundos y no respondió, simplemente volvió a besarla, esta vez con más pasión que antes. Lena aceptó aquello como respuesta y apoyó las manos sobre el pecho de Vic, sintiendo que algo dentro de ella se emocionaba tanto, que tuvo ganas de morderle los labios, pero pensando en su herida se contuvo, y Vic, como leyéndole el pensamiento, le mordió dulcemente el labio inferior. Lena le cogió del cuello de la chaqueta, acercándole a ella, y Vic la abrazó con más fuerza que antes, casi levantándola del suelo. Había empezado con un beso tímido y ahora les costaba respirar.
-Para -susurró ella.
Vic se separó de ella despacio, mirándola ahora de una manera diferente, sorprendido.
-Perdona -musitó.
Ella negó con la cabeza y sonrió, y Vic le devolvió la sonrisa.
A los dos les ardían las mejillas y tenían una sonrisa nerviosa pegada a los labios. Se quedaron un rato más así, mirándose, en silencio, como si no hubiese nada más alrededor.