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martes, 24 de julio de 2012

Capítulo 8: Misterios.




Lena se despertó un rato después en su habitación. Al acabar de cenar, cuando el alcohol empezó a fluir, la familia quería bailar y las conversaciones se volvieron más personales Vic se ausentó, y Lena no tardó en imitarle.
Mientras subía las escaleras se preguntaba cuál sería su habitación, él siempre visitaba la suya, en cambio ella no tenía ni idea de dónde dormía él. Qué grande era esa casa.
Estaba oscuro y no se habría visto nada de no ser por las luces de la calle entrando por la ventana. Fuera llovía.
Se frotó los ojos durante un momento, se sentó en la cama y se estiró. Encendió la lamparita de la mesa de noche, y una cálida luz amarilla alumbró levemente la estancia. 
Miró la hora. Las 23:28. 
Entonces reparó en algo: encima de la mesita había un pequeño papel amarillo doblado, justo encima de su teléfono móvil. Lo cogió y lo desplegó.


"Perdona por haberme ido de pronto. Si te aburres esta noche, Lena, estaré en el parque de la Ciudadela.

Vic.''


Lena frunció el ceño.

Abajo se oía aún a la familia de Sarah montando alboroto. La música estaba alta y parecían estar cantando villancicos y festejando. Cogió el papel, se lo metió en el bolsillo, y fue al baño a cepillarse el pelo y lavarse la cara antes de bajar. Sentía que tenía que ir. No tenía ganas de quedarse en aquella fiesta, no tenía sueño y lo único que tenía en mente desde hacía un rato había sido salir a dar un paseo. Aunque estuviese lloviendo, daba igual, a Lena le gustaba la lluvia.
Bajó las escaleras rápidamente, cada vez escuchaba la música y el ruido más cerca y cada vez tenía más ganas de salir de allí.
-¡Lena! -gritó Sarah cuando la vio. Se levantó del sillón de un salto, vino hacia ella tambaleándose y con un vaso en la mano y la abrazó.
Lena se dio cuenta de que había menos gente, muchos ya se habían marchado en el rato que ella estuvo en su habitación intentando descansar. Se fijó en ellos y pensó "¿así son las fiestas en familia?"
Todos parecían divertirse, todos menos Jorge, que lo único que hacía era mirarla a ella, con una lata de cerveza en la mano.
Volvió a dirigir la vista hacia Sarah, de pronto le ardían las mejillas y se encontraba nerviosa.
-Sarah -susurró a su amiga- tengo que irme...
La mirada que le había dirigido Sarah le había hecho sonrojarse mucho más.
-Estaremos despiertos, no hace falta que lleves llaves.
Pero justo cuando se iba a dar la vuelta, sintió la mano de Jorge agarrándola del codo.
-¿A dónde vas, Lena? ¿no quieres que te acompañe?
Lena se apartó de Jorge y no pudo mirarle a los ojos. Le costó más de lo que ella había pensado rechazar su oferta.
-¿Ya estáis borrachos? -preguntó para cambiar de tema. Como siempre.
Jorge y su amiga se miraron, y se echaron a reír.
-Bueno, yo me voy. -dijo Lena- y no necesito que nadie me acompañe.
Justo antes de cruzar la puerta y salir a la calle, giró la cabeza para mirar por última vez durante ese día aquellos ojos verdes, que seguían fijos en ella.



La calle estaba vacía, llovía a mares y todo estaba empapado, se oía el sonido agresivo de las olas del mar al suicidarse contra las rocas.
Lena consultó el mapa de la ciudad que tenía en el móvil y, por algún motivo, le emocionó averiguar que tendría que coger un autobús para llegar hasta donde Vic le había dicho que estaría. No pensó que estuviese tan lejos aquel parque, pero lo prefirió, un paseo largo no le vendría nada mal.
El cielo se veía más claro desde la estación, Lena habría jurado que era así, y mientras esperaba el autobús y contaba las monedas que tenía en su bolsillo, pensó que aquello parecía lo típico que ocurría en los libros juveniles norteamericanos. Una chica sola emprende una aventura imprudente que le cambiaba la vida para bien, para mal, o resultaba ser algo completamente insignificante, cosa que también la cambiaba de algún modo, pero la cambiaba, porque sino la historia no tendría moraleja.
Le habría gustado en aquel momento tener a algún amigo a quien llamar para contarle lo que estaba pasando, pero la única persona que se le venía a la cabeza era Sarah, y estaba emborrachándose y preocupada de otras cosas. Llegó el autobús y se sentó en el primer asiento libre que pilló. La sorprendió averiguar que el bus iba bastante lleno.

El parque era grande, bonito y estaba vacío. Había dejado de llover tan fuerte justo antes de que bajase del autobús, pero no veía un alma por ninguna parte.
Se adentró en el parque y empezó a caminar en línea recta desde la entrada hasta el centro, pudo ver unos bancos de madera empapados y más allá, un grupo de jóvenes que hablaban a voz en grito, y no se atrevió a acercarse mucho más hacia el lugar en el que se encontraban, así que se sentó en los bancos a esperar.
No sabía qué esperaba exactamente, llevaba un raro fijándose en el grupo de chicos que estaban cerca de ella y estaba casi segura de que ninguno de ellos era Vic, pero no se atrevía a descartar del todo la idea. Pensó en ir hacia ellos y preguntar por un chico alto, delgado, vestido de oscuro y de ojos azules, pero esa idea sí la descartó, y de pronto se sintió un poco estúpida por haber ido hasta allí sin saber qué iba a encontrarse.
"Tienes que ser más sensata a veces", se decía a sí misma, "las cosas que pasan en los libros no pasan en la vida real", se repetía.
-Por fin.
Lena se giró y vio a Vic detrás del banco donde estaba sentada, con las manos metidas en los bolsillos, sonriendo. Estaba solo.
-¿Para qué querías que viniese? -le preguntó levantándose del banco y sacudiéndose las gotas de agua de la chaqueta. Se quitó la capucha y el largo pelo negro le cayó sobre los hombros. 
Caminaron un rato en silencio, acercándose al grupo de jóvenes, mientras Vic le contaba que aquel era el lugar que solía visitar cuando necesitaba pensar o quería ver algo bonito.
-Pensaba que esos tíos de ahí eran tus amigos -dijo Lena una vez dejaron atrás esa zona del parque- ¿vienes aquí con alguien?
Vic se encogió de hombros. Por su expresión, Lena dedujo que no sabía qué responder.
-¿Es que quieres saber si tengo novia? puedes preguntarlo directamente. 
Lena se rió, negó con la cabeza y le miró. Su cara parecía suave, como la de un niño, dulce, inocente. Vic también la miró, y fue la primera vez que se miraron directamente a los ojos sin esquivar las miradas.
-¿Por qué te has decidido por venir? -preguntó él entonces.
La verdad es que ella también se preguntaba por qué había ido. Ninguna persona en su sano juicio quedaría con un chico al que apenas conocía a medianoche.
Vic la miraba mientras ella rebuscaba entre sus pensamientos, no sentía ningún apuro por que ella respondiese, así que cuando se dio cuenta de que Lena no iba a responder, no dijo nada.
Ante ellos se extendía un puente por encima de un riachuelo, a partir de ahí solo había árboles.
-¿Qué hacemos aquí? ¿a dónde vamos?
-Te lo diré cuando lleguemos al otro lado -respondió Vic. 
Lena tenía la impresión de que el puente cedería bajo el peso de ellos dos, parecía bastante viejo y en mal estado, miró a Vic, pero a él no parecía preocuparle. La verdad es que nunca parecía preocuparle nada en absoluto. 
-Quiero enseñarte una cosa que solo puede verse desde aquí -susurró Vic una vez llegaron al otro lado del puente. 
De pronto se encontraron en una especie de claro entre los árboles, donde había una roca inmensa incrustada en el suelo. El chico se adelantó y se sentó en aquella roca, y le hizo un gesto a Lena para que hiciese lo mismo.
-Mira esto -murmuró Vic- sígueme. 
Acto seguido, se levantó y se dispuso a subir al árbol que estaba al lado de la roca. A Lena le gustaba aquel ambiente, le gustaba el aire frío, y le gustaba que Vic susurrase, porque hacía parecer todo aquello un secreto.
Siguió a Vic árbol arriba, y se sentó en una rama junto a él. 
-¿No cederá bajo nuestro peso? -preguntó Lena mientras se agarraba a la gruesa rama con brazos y piernas.
El cielo se fue despejando, hasta que la luna se vio entera, acompañada de un buen trozo de cielo estrellado, y cesó del todo la lluvia.
-No te aseguro nada -susurró otra vez Vic- aunque siempre venía aquí, nunca me había sentado con nadie. 

Volvieron en el autobús de las cinco de la mañana, después de descubrir que el último que iba hacia las afueras salía a medianoche y pasar un par de horas comprobando si se podían coger los snacks de la máquina expendedora sin pagar.
Afortunadamente, la rama no se rompió y pudieron pasar allí bastante rato, simplemente mirando el cielo. Vic le había contado que allí no tenía muchos amigos ni conocía a nadie, y que tampoco le gustaban las fiestas, por eso prefería pasear e ir a mirar las estrellas. Lena no comprendía cómo se iba tan lejos teniendo la playa y los acantilados justo en frente de su casa, pero no le dijo nada sobre ello.